miércoles, 19 de agosto de 2015

Mis padres se recasan y no lo saben


Me pedisteis que escribiera unas palabras para leer este día tan especial para mis padres. Hoy que, 22 de agosto de 2015 celebramos un día inolvidable. Hoy han pasado 39 años, diez meses y 25 días de vuestra boda. ¿Qué pareja no sueña con celebrar un día así? Yo conozco al menos dos que la tienen marcada en el calendario, sí. Unos ya han hecho hasta la reserva, como luego cuesta la vida conseguir mesa en Can Roca, han ido pidiéndola ya.
Como os decía hoy celebramos ese aniversario que ni es aniversario ni ná. Pero es que en esta casa nuestra se celebra tó ¿o hace falta un número redondo para hartarse de vino, música y alegría? Bah, lo de las bodas de oro está sobrevalorado. Lo que hace falta son ganas, no números. Y de ganas aquí… de ganas aquí vamos sobraos, verdad? Aquí los homenajeados, en los casi cuarenta años de casados (y otra pechá de novios, ojo!) han vivido de todo, y han probado de todo, de lo bueno y de lo malo. Eso es lo que nos dejan. Bueno, eso, los juanetes y las caderas del ancho del canal de panamá, gracias chicos, menuda suerte… suerte la del pequeño que como vino sin avisar se libró de los caprichos de la genética y ha parecido adoptado desde chico. O a ver, de qué, esa altura en esta casa, pero esto qué es. Qué insolidario. De ahí, y del debido amor fraternal de la más tierna infancia, las batallas campales en el salón de casa porque ¿quién no ha hecho pressing catch con sus hermanos y hermanas poniendo los cojines del sofá en el suelo en el mismo segundo en el que su madre salía por la puerta de casa con el monedero bien colocao en la axila (seguro antirrobo de los años 80, qué queréis, era lo que había) y el carrito de la compra?
Total, a vosotros no tengo que explicaros lo de la familia andaluza, que para eso tenemos a Dani Rovira que lo hace la mar de bien. Aquí papá y mamá, tito y tita, abuelo y abuela, hermana y… hermano ya, prácticamente, llamadles como queráis empezaron la suya hace la tira, cuando todavía había pesetas y la gente de los pueblos hablaba en reales. Por favor, cuando acabemos, que alguien busque en el móvil un vídeo explicativo para los que habéis nacido en este milenio y no habéis entendido nada de esto, dios bendiga a google que todo lo sabe.
 Papá y mamá que bien jovencitos fueron con sus cuatro maletas y la pelirroja chiquitilla buscando el sitio donde anidar en esas Españas de dios y acabaron encontrando el sitio donde sumar y crecer polluelos sin dejar de mirar al día en que pudieran volver con el resto de la familia, por aquí, por debajo de despeñaperros. A veces algunos me decís que qué valor conducir hasta aquí, tantos kilómetros, y ahora más, con los chiquillos… si yo os contara. Cuando nosotros eramos chicos y tirábamos para acá no viajábamos: huíamos del país. Parecíamos una familia que se fuga. A media noche, a horas que no estaban en el reloj, mi madre nos sacudía en la cama ¡arriba que nos vamos a la playa! Y tú pensabas ¡coño no han abierto la playa madre, no están ni las carreteras puestas…! Pero te arrastrabas fuera de la cama y abrías los ojos lo justo pa no tropezar con las puertas y llegar al coche sano y salvo pa seguir durmiendo por el camino. Y ahí estaba el arte. Maletas, paquetes, las sillas de la playa, la sombrilla, la nevera azul, las bolsas de plástico con comida para el camino, los cojines, un peluche, hola buenos días ¡mamá, aquí hay algo que está vivo! Calla nena que vas a despertar a tu hermano. Así te acoplabas cual partida de tetris en la parte de atrás del coche y cuatro horas más tarde, sin aire acondicionao, con olor a tabaco negro en la ropa  (que ahora chocará señores pero antes se fumaba en todas partes y el mundo olía a tabaco, o rubio o negro, pero a tabacazo) escuchabas a tu padre decir (me parece que aún lo dice, de hecho) ¡ya estamos en despeñaperros! Desde aquí el cielo tiene otro azul. Y mirabas al cielo esperanzado. Y es verdad, al ratillo, ya te parecía que este azul era distinto al azul de Madrid. Qué cosas ¿verdad?
Allá llegaban cual hijos pródigos a Málaga, a la invariable tortilla de papas, albóndigas en salsa, que esperaban a los viajeros en casa de la abuela Alicia. Y ya antes de whatsapp ya todo el mundo se enteraba de que mañana playa o esta noche feria, que habían llegado los titos con los primos. Teníamos un grupo, ¿os acordáis? Se llama familia, funcionaba que no veas. Tocábamos al telefonillo, salíamos a la placita, íbamos a ver a la prima y de allí a la tita y luego ya alguno llamaba al que andaba más lejos y en minutos todo el mundo sabía lo que tenía que saber. Qué tiempos. Mañana a la playa era meter 12 chiquillos en el Renault 12, las sombrillas, las sillas, el cubito, la pala y la canción ¿os acordáis? La varita de mimbre en la mano.
Tito otra cosa no, pero de canciones nos ha dejado la vida llena. Yo los recuerdo en casa, en mi casa las peleas matrimoniales tenían banda sonora ¿en la vuestra también? En mi casa cuando se iba a zanjar una discusión mi madre canturreaba “ay la línea, línea de la concepción…” y cuando era mi padre el que iba a entonar el canto de la paz se escuchaba “viva Málaga la bella…”. La música amansa a las fieras, ya veis. Los matrimonios felices no es que no discutan, pero tienen estas cosas tontas para salvar las diferencias, supongo que es lo que hace que hoy estemos aquí, casi cuarenta años más tarde.
En cuarenta años ha dado tiempo a todo, porque mis padres eran, y son, una fábrica de tiempo andante. Ha dado tiempo a todo tipo de actividades extraescolares, deportivas y de diversión. Mis padres conseguían llevarnos a los tres a fútbol, a kárate, a gimnasia rítmica, a natación, a juvenalia, al aquópolis, al parque de atracciones, a la parcela del padrino, al parque las noches calurosas de verano, a la feria de Málaga, a la de la Línea, a Gibraltar, a todas las excursiones imaginables y algunas inimaginables, no estaban nunca cansados, o eso nos parecía, tenían ganas de exprimir cada minuto. Otro regalo que nos dejan, y en lo que son un ejemplo. No sólo cuando jóvenes, ojito. Que dices tú, claro, claro, de chaval te comes el mundo… bueno, a ver. Que mis padres hambre, hambre, no han pasado pese a los tiempos que les tocó vivir pero ese apetito por pasarlo bien no se les pasa. Ahí los tienes, el día que los haces abuelos. Se recogen las memorias de canciones, juegos y adivinanzas, se las meten bajo el brazo (sí, sí, como el monedero de antes) y se echan a los hombros sus cinco nietos con las mismas ganas y la misma alegría con la que cuidaron a su prole. Celebrando cada ocasión, yendo y viniendo a natación, gymdance, judo, teatro, papiroflexia… lo que les echen. Y no contentos con eso ¡oiga! Que ya somos mayores ¿no? Pues ahora toca Benidorm. Sí, sí, como lo oís. No que como ya somos mayores toca recostarse y descansar, no. No que como ya no tengo que trabajar puedo dedicarme a hacer una vida tranquilita. No que como ya no tengo que sacar adelante a mis hijos puedo levantarme tarde…
Mis padres son un ejemplo, no me canso de decirlo. Mis padres saben lo que es sortear los fines de mes achuchaos con mil formas de cocinar las papas y otras tantas de aprovechar la ropa y de ahorrar apagando luces, pa que no falte una navidad ni una excursión del cole.
Mis padres saben lo que es tirar para delante de una casa en una ciudad extraña y sin familia alrededor, que los que tenemos niños chicos sabemos lo que vale tener una madre, una hermana, una prima cerca. Y viéndolos se queda con nosotros el creer que todo es posible y con eso hemos ido creciendo, los tres. Pensando que se puede todo, que todo vale la pena intentarlo. Pero sobre todo y ante todo, nos han enseñado a disfrutar. De lo mucho y de lo poco, de las oportunidades que se presentan así, al vuelo. Mira mi madre, tú le dices “mama, mira que voy a acercarme que una muchacha me ha dicho que han abierto ahí un…” no te da tiempo a terminar. Mi mama se está poniendo ya el vestidillo. No sabemos del todo para qué, pero nos apuntamos. Mira mi padre, que le dices “mira que he estado mirando un sitillo en Benidorm que…” ahí lo tienes. Bueno, no, ya no lo tienes. Se ha bajado a limpiar los cristales del coche y a ponerle aire a las gomas. Sí, sí, canturreando lo de la varita de mimbre en la mano, sí.

Brindo porque esa alegría sea inagotable, porque sigan repartiendo risas alrededor, porque los años venideros les llenen de diversión y de ilusiones y porque los compartamos con ellos como ahora. Que de un brindis en plan “a ver si nos juntamos un día de feria, como este año hacemos cuarenta de casados…” hemos acabado aquí, en semejante sarao, gracias a la ilusión y las ganas de esta familia. Somos lo más grande. Salud.

martes, 11 de noviembre de 2014

Cuido lo que me importa

Chicken or the Egg o aprender a valorar y cuidar lo que realmente nos importa ¿alguno os veis en este cerdito huevofritadicto? Bueno, no hace falta que sean los huevos fritos, pero todos tenemos un algo, ese algo, que nos encanta y que nos cuesta imaginar nuestra vida sin ello. Voy a confesar el mío: el chocolate. 

Los peques lo tienen más complicado aún, en su inagotable carrera por aprenderlo todo de la vida y probar, trastear, enredar y juguetear con todo lo de su alrededor, hay un buen número de cosas que les apasiona. Y digo apasiona porque de niños le ponemos más pasión a lo que nos gusta que en los años en los que nos convertimos en adultos. Entonces lo que a nosotros nos parece un gusto desproporcionado por un juguete particular, por una afición, por una peli (¿los vuestros también ven las que les gustan dos millones de veces a la semana?) resulta que es el fruto de nuestros pequeños llenándose de sensaciones agradables, que es uno de sus objetivos vitales en estos primeros años de vida.

Como padres, nos encanta ver a nuestros hijos contentos y disfrutando de lo que les gusta ¡faltaría más! Y sea un huevo kinder o una serie de dibujos, queremos que no les falte de nada. El asunto de la tolerancia a la frustración por no obtener lo que quieren da para varias entradas, y varias tendrá, pero hoy quería introducir el concepto de cómo elegir el beneficio de largo plazo ayuda a nuestros hijos a definir y afianzar sus valores y comprometerse con acciones y actitudes que no tienen un beneficio directo e inmediato necesariamente. Ojo, que cuanto más pequeño el niño, más difícil es que relacione que algo que él ha hecho ha tenido una consecuencia. El reto aquí es asegurarse de que va viendo cómo lo que hace va "cambiando" su entorno.

Para ello, hemos empezado por identificar a alguien importante de nuestro entorno, mamá, papá, tito o la profe de inglés. Y cada niñ@ ha contado a los demás su experiencia, después de escuchar este cuento del cerdito que deja de comer huevos fritos por amor. Hemos hecho una ronda de puesta en común de qué significaba para ellos dejar de comer su chuche favorita por ver contenta a su mami que les dice que coman chuches solo los viernes, o si podían empezar a hacer algunas cosas que les parece que a sus profes les pondría contentos, como dejar de levantarse durante la clase (algunos culos inquietos en nuestro grupo) o hacer "shiiiisssssssss" a sus compañeros cuando la profe les manda callar porque hay mucho revuelo.
Nuestro grupo no supera los 10 años, todavía están construyendo las relaciones entre las cosas que pasan y las reacciones de quienes les rodean, y estamos aprendiendo qué parte de lo que pasa a nuestro alrededor puede tener que ver con nosotros y si queremos que las cosas sean diferentes de alguna manera, qué podríamos hacer nosotros.

Pequerrecomendación: no es hasta los 12 o 13 años que el pensamiento de los niños se torna "científico" en el sentido de ser capaces de relacionar causas y consecuencias. Pero si cuando te habla de las personas de alrededor, de lo que ha pasado en el cole o en el parque, o en casa de los abuelos cuando no estabas, le ayudas a reflexionar sobre otras posibles formas de comportarse (si las genera él y le preguntas qué crees que habría pasado, que reescriba el final de la historia) irá viendo que hay una relación entre las cosas que pasan y lo que él hace y que haciendo diferente, se puede obtener un resultado distinto.
  

domingo, 8 de junio de 2014

Hoy voy a mandar yo ¿vale mami?

Estamos trabajando la autoestima y las capacidades propias y con el grupo de los más pequeños las palabras no nos son de mucha ayuda: si les preguntas a ellos, todos son los más rápidos de su clase, los mejores jugando al fútbol, las más guapas del patio. Van a pasar un par de años o tres antes de que les entren las dudas, se comparen con los logros de otros y se sientan inferiores, antes de que le presten más atención a las virtudes de los demás que a las suyas propias. ¿Cómo les ayudamos a construir su propia autoestima, el mejor concepto de sí mismos? Hoy hemos estado experimentando cómo nos comportamos cuando podemos comportarnos como queremos. Hoy hemos dado la batuta de la dirección de un rato de la clase a los peques, por turnos, para que fueran ellos los que organizaban y dirigían el juego. Como parte de nuestra clase rueda alrededor de los juegos y las normas que les ponemos, hoy Amanda ha sido la primera en coordinar a sus compañeros. Ha propuesto el juego y las primeras normas sobre las que luego los compis comienzan a opinar, proponer correcciones, y hay que negociar las versiones finales.
¿Puedo ser yo la jefa hoy? ¡Pues claro! Pero eso es algo que no te puede dar la profe, es algo que te vas a tener que ganar de tus compañeros. Aunque yo les diga que hoy organizas tú, hasta que tú no te lo creas y cojas fuerte la batuta, ellos no van a hacerte caso. ¿Os imagináis a vuestros hijos en estas? Por mucho que en casa les digáis que ayuden y os hagan el mismo caso que os haría la planta del salón, y por mucho que les pidáis que arreglen la habitación y os les encontréis sentados en medio de todos sus juguetes, y penséis que “pasan” de las responsabilidades, en realidad les encantan. Unos más que otros, disfrutan de probar sus poderes, sólo que les gusta hacerlo a su manera, y con sus tiempos. No siempre se puede, es cierto. Y es bueno que ellos se expongan a eso mismo, también. Por eso Amanda disfrutó el doble de la experiencia de organizar la clase. Al principio era una completa locura y los amigos no le hacían caso, parecía que ni la escucharan:
-          ¡proooooooooofe! ¡Que no me hacen casoooooo!
-          Ya. Pero si tú eres la jefa, tienes que enseñarles a hacerte caso.
-          ¡¿Y cómo voy a hacer eso!?
-          ¿Qué has probado hasta ahora?
Y entonces Amanda empieza a probar diferentes técnicas. Prueba a chillarles, a cogerles del brazo, a intentar reunirles en un círculo, a enfadarse, a llorar, a hablar con un pequeño grupo que le haga caso y la ayude con los otros que no… al final del ejercicio, cuando ha conseguido que todos jueguen una ronda de “zapatito blanco – zapatito azul” sólo hay que mirarle la cara para ver que se siente orgullosa de lo que ha conseguido. Ha sido la jefa, y los amigos le han hecho caso, han hecho lo que ella proponía.
Nos ha servido de muchas reflexiones, este juego, porque han practicado también a estar en el lado de los que normalmente les mandamos –papis y profes- y han visto lo frustrante que puede ser que no te escuchen, que no te hagan caso. Se han sensibilizado a ese sentimiento además de probar sus capacidades, y ampliar lo que hasta ahora han hecho en otras ocasiones. Algunos resumían que chillando no te escuchan más, otros que es mejor poner las normas entre todos… pero todos han disfrutado del aprendizaje de su día de “hoy mando yo”, sabiendo o no ponerle palabras a lo que han experimentado.

Pequerrecomendación: pídele que te cuente cómo quiere organizar la tarea que le has pedido que haga. Déjale tiempo para pensarlo o incluso para probarlo, y se comprometerá mucho más con la tarea. Puedes probar con recoger el cuarto, y que sea él el que te proponga qué va a poner primero en los cajones y qué va a colocar después… y si quiere que le ayudes, en qué cosa concreta. Si le dejas organizar algunas de sus tareas, con tu supervisión y aprobación, le estarás haciendo responsable de usar sus capacidades –además de practicarlas y de ir incorporando nuevas-.Aunque al principio suene difícil, verás como con un poco de paciencia te darán hasta buenas ideas que no se te habían ocurrido a ti!

miércoles, 14 de mayo de 2014

Alarma Abusón

Aunque este tema da para varias clases y más ejercicios, hoy hemos conectado a los pequeños con la conciencia del bullying en las aulas, aprovechando que estamos tratando la comunicación este trimestre. Como todos saben que yo también estoy estudiando, como ellos, y que a mí también me ponen deberes, como a ellos, hemos hecho una mesa redonda en la que me han ayudado a rellenar las preguntas que me han hecho en la universidad. Les ayuda mucho a sentirse escuchados cuando me siento en la silla pequeña con ellos y son ellos los que se convierten en expertos en la materia. (Tranquilos, el trabajo de la uni en cuestión ya fue entregado y debidamente investigado, y fue una de las cosas que inspiró esta claseJ).
Hicimos una lista de los abusones que cada uno conoce de su clase. Primero los nombres y como algunos comparten clase, discutieron sobre quién es más abusón que quién. Se trataba de que tomaran conciencia de quién es pegón, o abusa de los compañeros. Y esa parte la tienen clara, cristalina. Luego hacen una ronda de explicaciones sobre lo que hay que hacer cuando un abusón está pegando o chinchando a otro niño, y la teoría la tenemos clara también: avisar a los profes, separar a los que se pegan, incluso defender al más pequeño. Ahora… ¿qué es lo que hacemos en la práctica? Cuando Saray –que mide casi 10 centímetros más que sus compañeros y pesa casi lo mismo que yo, en segundo de primaria- amenaza con tirarle la pelota a Rosita –que como su propio nombre indica, es pequeñita y de cara redondita y aniñada para su edad ¿qué hacen sus compañeros?

La cuestión es que algunos separan a los que se pelean, pero sólo cuando la víctima ha rebasado su límite, y está en el suelo, llorando, ya sea de dolor o de desesperación por no saber qué hacer ante la situación. La verdad es que suele ser la misma víctima, y el mismo abusón. Os pondré en una entrada aparte sobre las dinámicas que se generan en las clases y cómo detectar cuando tenemos  un problema que atajar, cuándo nuestro hijo puede estar abusando de sus compañeros o cuando puede estar siendo víctima de un abusón. ¿qué hemos practicado hoy en clase? Hemos elegido un abusón, una víctima, y varios testigos… y hemos ido turnando los papeles y en cada ronda, uno de los testigos era el encargado de que la víctima no sufriera daños, por todos los medios que conociera salvo la violenci ¿por qué el testigo y no el abusón? Hoy queríamos crear una conciencia de acción solidaria: lo que parece que no es mi problema (¡pero profe! ¡si yo no le he pegado! ¡si no he sido yo quien le ha hecho llorar!) Podría serlo mañana. Podría pasarle a nuestra hermana pequeña. Nos podría pasar en el instituto y en otro  formato hasta en el trabajo. Y visto que ya sabemos identificar abusones, lo siguiente es reaccionar ante ello, darle voz, aunque hoy no vaya con nosotros.

Pequerrecomendación: Creamos conciencia de las realidades cuando les ponemos palabras y las sacamos al exterior. Ayuda a tu peque a darle forma a lo que siente, y a lo que vive. Por más que nos cuesta la vida no terminar sus frases o darles palabras para expresarse, déjale tiempo para ordenarse mentalmente, para buscar la palabra, anímale con una sonrisa y con un gesto de la cabeza, pero deja que sea él quien elige las palabras con las que le da forma al mundo. ¡Escuchándole vas a descubrir un montón de lo que hay en esa pequeña cabecita!

sábado, 10 de mayo de 2014

¡Quiero la pelota!

Y hoy, que cada vez lo hacemos más difícil, salimos al parque a jugar a la pelota. ¿fútbol? Qué va, más difícil todavía. Voley. Pero con un balón de playa, a ver, que no vamos a convertirnos en profesionales de esta vez, no en nuestras clases. Pero sí que aprovechamos para trabajar la comunicación. Olvidaos de esos cursos de formación en técnicas de comunicación corporativa y las teorías del lenguaje verbal y todo ese discurso. ¿Queréis que se quede a vivir para siempre en vuestra memoria? Jugad. Las cosas que aprendemos experimentando se quedan en un tipo de memoria que resiste incluso a muchos tipos de Alzheimer. Sí, como montar en bici, o conducir.
Hoy estamos trabajando la comunicación del grupo de primer ciclo de primaria. A ellos no se lo hemos dicho, pero estamos experimentando con la asertividad ¿os acordáis? Aquello de decir las cosas sin atacar y sin callarnos resignados (a lo largo de esa carretera que va del agresivo al pasivo, que tiene en medio –más o menos- al asertivo). En esta edad de hecho es muy fácil observar los dos extremos del comportamiento: o se quitan la pelota de las manos dando un manotazo y gritando ¡que me la des! O el pequeño viene corriendo a tirar del brazo a la profe lloriqueando “profeeeeee… que David no me da la pelotaaaaaaa” para que profe intermedie por él y consiga resolver el conflicto.
Así que nos ponemos en marcha con nuestra sufrida pelota azul que sirve para todo y hacemos una rueda. Tenemos que pasar para que todos los compañeros  toquen al menos una vez y daremos un paso atrás, y más separados, empezamos de nuevo. Cuando tenemos a los pequeños concentrados en un juego de pelota (de parque, sueltos, con pocas reglas y sencillas) están más predispuestos a experimentar  comportamientos alternativos a los suyos habituales. Total, lo que tienen de verdad en la cabeza es que la pelota no caiga al suelo… como una de las reglas es que para avanzar en el juego todos tienen que tocar, entre ellos se piden la pelota, avisando de quién no ha tocado aún. Y la norma es que no se puede ni chillar enfadado a los compañeros,  ni llorarle a la profe para que le pasen la pelota. La norma es que pedimos claramente y sin enfadarnos eso que queremos hoy. “Quiero la pelota”. Pues quiero la pelota, eso es todo. Además de trabajar con las valencias de cada uno dentro del grupo (ya os contaré eso más despacio, se refiere al papel que juega cada uno dentro de cada grupo en el que actúa, como el graciosete, la buena estudiante, la tímida y el pegón) están practicando una habilidad que les llevará a evitarse algunas frustraciones futuras.
¿Para qué vale la asertividad? Restarle agresividad a cómo pedimos las cosas cambia la reacción de la persona que tenemos en frente. Si para conseguir que me prestes una cera roja te chillo, te la arranco de la mano, te la quito del estuche… lo normal es que el otro se ponga a la defensiva y no quiera hacer nada para ayudarte. El comportamiento de la otra punta, el pasivo, llena a los niños (y a los no tan niños) de sentimientos de bajo valor, de incapacidad y de culpa. Si cuando quiero jugar al escondite con vosotros me quedo en un lado del parque esperando por si me invitan y si lo pido y me dicen que no, me voy a llorar a la profe (o a mami o papi) para que me dejen… no conseguiré generar una comunicación con los otros que ayude a que me respeten, ni quieran ayudarme, ni jugar conmigo.

Pequerrecomendación: Ayuda a tu peque a que te pida lo que quiere con claridad. Sin llorar, sin amenazas o golpes, y con la palabra “quiero” delante. Entre hermanos hay mil ocasiones. “Mamaaaaaaaa…… que Elena no me deja el mandooooooooo” Prueba a mandarles a hablar entre ellos. “Pedro, habla con tu hermana  y dile lo que quieres” Qué va, no le va a dar el mando, acabarás interviniendo. Pero Pedro aprenderá a expresar sus necesidades y deseos con claridad y sin agredir. Y tendrá una herramienta más en su mochila emointeligente.

miércoles, 23 de abril de 2014

¡Me importas!

Estamos aprendiendo a aprender sobre los demás. Os contaría lo de la descentración del pensamiento infantil y cómo les ayuda en su desarrollo cognoscitivo, pero me ibais a acusar (y con razón) de decir palabrotas. Y como tengo un compromiso con mis hijos de no decir palabrotas para ser un buen ejemplo para ellos, voy a contároslo de otra forma. En vez de hablarles de Piaget, hemos discutido cómo es que los mayores llegamos a aprender de los demás. Y se nos ocurrió que podíamos imitarlos, y practicar a preguntar primero para responder a algunas preguntas que teníamos “como tarea” contestar, pero luego ya por curiosidad genuina, para saber más de nuestros amigos. Nos convertimos, por turnos, en entrevistadores y entrevistados durante toda una clase. Libreta en mano, fuimos a por unos datos básicos: nombre, años, color favorito, asignatura preferida, deportes que le gustan… y según se iban completando, los mismos entrevistadores iban añadiendo. ¡Se acabaron contando hasta sus películas favoritas!
Y os preguntaréis ¿para qué quiero yo que mi niño aprenda a preguntar sobre su plato favorito a sus amigos? ¿O cuál es mi vestido favorito? Sabemos por algunos estudios que una alta puntuación en inteligencia emocional suele ir de la mano con personas satisfechas con sus vidas. Y si convertimos el concepto “emocionalmente inteligente” en cosas que hacemos o decimos (conductas observables) una de las primeras que nos encontramos es la capacidad de interesarse por otras personas. Cuando aprendemos a escuchar a los demás, a hacerles preguntas, a querer entenderlos, desarrollamos muchas habilidades que mejoran nuestro nivel de IE. ¿Cuáles?
-          La empatía. Porque cuando nos preocupamos de saber más sobre alguien, podemos acabar entendiendo cómo se siente respecto a una situación.
-          La capacidad de escucha. Porque para entender lo que nos dicen, tenemos que poner nuestros sentidos en la otra persona y eso que nos está contando. Y cuando prestamos atención a otra persona, hacemos que ésta se sienta mejor, sólo por el hecho de sentirse escuchada. Cuando otra persona se siente atendida en lo que dice, tiene más ganas de compartirse, es más amable, y normalmente se pone contenta. Al compartir esa emoción, el “entrevistador” se contagia de que su “entrevistado” esté alegre de poder hablar de sus cosas.
Así que si fomentamos la curiosidad innata de nuestros pequeños por las personas que les rodean, les estamos abriendo el camino a pensar en los demás, a considerar que hay gustos diferentes a los suyos, puntos de vista que ellos quizás no habían visto, que los otros sienten, viven, piensan, de diversas maneras y que ellos, a través de preguntas (ya llegaremos a fomentar la capacidad de observación, para otra clase!) pueden conseguir mucha información sobre su mundo

Pequerrecomendación: no te hace falta ponerle a hacer entrevistas en el parque pero puedes preguntarle por los gustos de otros cuando te habla de los suyos espontáneamente. Entonces cuando te cuenta que quiere arroz blanco para comer porque le encanta le puedes preguntar ¿sabes cuál es el mío? ¿y el de papi? Y luego cuando se cocina ese plato en casa, el favorito de uno de los papis, o cuando se come fuera, el peque se sentirá feliz al recordarlo y el papi correspondiente por saber que lo recuerda, y estaremos promoviendo a la vez el interés genuino por los que le rodean, otra herramienta para su mochila de habilidades emocionalmente inteligentes.

miércoles, 16 de abril de 2014

¿No puedo SER otra cosa?

Llueve y no podemos salir a hacer las actividades en el patio, así que hoy utilizamos el aula para vivir aventuras en las que no somos quienes somos, sino otros. Nos disfrazamos de lo que se nos ocurre y representamos una escena por parejas para nuestros amigos. Hoy podemos ser lo que queramos ¿a que mola? Así que hemos tenido en clase un vaquero y su caballo salvaje, dos hawaianas bailonas, una cantante y su bailarina que nos han cantado y bailado sin timidez ninguna y un príncipe generoso y una bailarina de su séquito, entre otras cosas.

En todas las clases tenemos esos muchachos más reboleras que les cuesta sentarse, parar quietos, que se les va la mano con los compañeros… hoy hemos tenido la oportunidad de que uno de esos compis expresara otra cosa que él es, también. Hemos visto una metamorfosis de rebolera mayor del reino a príncipe generoso, que se ha disfrazado con todas las capas brillantes que ha encontrado en su camino, collares, pulseras y anillos, y ha ido ayudando a los compañeros de la clase con sus disfraces, les ha ido “regalando” algunos de esos complementos que había cogido para sí, ha buscado en el cajón prendas y complementos para los disfraces de sus amigos, y se ha comportado como un verdadero príncipe cuidando de sus súbditos durante toda la clase. Vamos a llamar Diego a nuestro príncipe, y Sarah a su bailarina. Curiosamente, desde esa clase, de puerta para adentro, Diego es siempre un príncipe generoso, y no ha vuelto ni a pegar ni a pelearse con ningún compañero. Como él les ofrece su ayuda, los amigos no le provocan para que se enfade, y entonces toda su relación es más tranquila y amistosa. Hoy, ahora, Diego es un príncipe. Pero ¿qué es el resto del tiempo? Diego es inquieto y curioso, no para quieto, le cuesta concentrarse y prestar atención, hay mil estímulos a su alrededor que le distraen. Además, reacciona pronto a las provocaciones de los compañeros y rápidamente se le va la mano y pronto acaban peleando a tortas por cosas de lo más tontas. Así que todo el mundo dice de Diego, y a Diego que ES un trasto. También ES inquieto, ES revoltoso, ES distraído.  Y como ES así, nos preparamos para esperar lo peor de su comportamiento. Y dado que eso es lo que esperamos, eso es lo que nos da Diego. Cuando empezamos una actividad le decimos “¡a ver si puede ser que prestemos atención hoy, por una vez!” o “vais a acabar peleando como siempre ¿no? De verdad, Diego ¡cómo eres!”
Ojo, que esto no nos pasa sólo con los pequeños. Os invito a leer sobre esto mismo aplicado a los mayores en el blog de mi socio sobre Estar Siendo  Este es el resultado de las etiquetas que nos ponemos, y nos ponen, cuando somos pequeños. Algunas nos acompañan el resto de nuestra vida y de mayores son parte de nuestra identidad, inmutables…

Pequerrecomendación: es tremendamente difícil evitar las etiquetas todo el tiempo, es casi imposible. Pero podemos empezar por prestar atención a las que tienen nuestros hijos y plantearnos la alternativa temporal de esa etiqueta permanente. Igual no ES un despiste, sino que HOY está muy despistada y no presta atención a las cosas. Esto le deja la puerta abierta a prestar atención mañana, cuando si ES despistada, ya no puede hacer nada para cambiar lo que hace pues haga lo que haga ES como ES. ¿Qué etiquetas tienen tus hijos? ¿Cómo puedes ayudarle a quitársela?